domingo, 25 de octubre de 2015

Adaptación de toda clase de pieles.

ADAPTACIÓN DE TODA CLASE DE PIELES

Había una vez, hace muchos años en un lejano reino, un rey y una reina jóvenes que estaban felizmente casados y muy enamorados. Su vida era maravillosa y sólo les faltaba un pequeño detalle para que su vida fuese perfecta: tener un hijo. Tras varios intentos, la reina Blanca al fin se quedó embarazada y todo era fiesta y alegría en el palacio. Pasaron los meses, y llegó el momento de dar a luz. La reina dio a luz y tuvo una niña preciosa. Su padre Rodrigo prefería a un niño, pero se quedó encantado, al igual que la madre con la recién nacida.




La princesa a la cual llamaron Gadea creció rodeada de todo tipo de lujos, gente de la nobleza y del pueblo... vamos que no la faltaba de nada, tenía todo lo que quería. Sin duda, lo que más le gustaba era pasar horas y horas al lado de su abuela Jimena. Se entendían a la perfección, eran confidentes y siempre compartían momentos de diversión y risas. Desafortunadamente, con el paso del tiempo, la abuela falleció por su avanzada edad, y la joven se quedó muy apenada.

Jimena, poco antes de morir, se preocupó de dejar un legado a los reyes Blanca y Rodrigo que debían cumplir por dos razones: el honor y el aprecio que le tenían.

- En primer lugar, intentad que se case con un príncipe que le demuestre amor verdadero. Y en segundo lugar, entregadla tres objetos de mi parte: una pulsera de cuando ella era pequeña,  un pañuelo en el que he grabado el escudo de la familia y mi anillo de boda - apeló la abuela - Regaládselo a vuestra hija cuando tenga edad suficiente para valorarlo y para que sepa que su abuela siempre la va a querer y cuidar esté donde esté.

- Pero madre...es mejor que se case con el hijo de los reyes del reino vecino de Connaught, así tendrá todo cuanto quiera - respondió Rodrigo.
Jimena que no compartía el pensamiento de su hijo, creía que lo mejor era que la princesa pudiera elegir libremente, porque sino no sería feliz.

Al cabo de unos años, la joven ya había cumplido la mayoría de edad, y los reyes creyeron oportuno hacerle entrega de los recuerdos que había dejado para ella su querida abuela. A la vez, se acercaba el casamiento con el muchacho de Connaught. Gadea no acababa de entender el motivo por el cual sus padres tenían en mente casarla con aquel chico. Ella estaba cansada de escuchar mentiras, y de estar metida en el castillo, lo único que conseguía aliviarla era ver aquellos objetos que tanto simbolizaban.

- Padre, antes de que llegue la boda, me gustaría pediros tres vestidos: uno que sea tan dorado como el sol, otro que sea tan plateado como la luna, y quiero un tercer vestido que sea tan brillante como las estrellas. Y el rey le dijo: ¿y cuándo tengas esos tres vestidos será suficiente?

Rodrigo fue a hablar con sus consejeros para que encontrasen a los mejores sastres del pueblo y si tenían que ser de otras cortes también, no era ningún impedimento. Lo único que quería era que su hija tuviese los tres vestidos más maravillosos y llamativos del mundo entero. Claro uno tenía que estar hecho con hilos de oro puro, otro con hilos de una plata pura y maravillosa que se pudiera tejer, y el tercero de platino y diamantes. Y había que buscar todo eso en los lugares más recónditos del planeta.

En menos de tres meses, los sastres ya habían preparado los vestidos para su majestad. Y el rey muy satisfecho se los entregó a la princesa. Gadea únicamente había pedido el encargo para posponer la boda y hacerles razonar, pues seguro que habría otra opción o alternativa. Pese a que ella no quería para nada los vestidos, a decir verdad eran preciosos. Cada vez que los miraba, le parecían más bonitos.

- ¿Estás contenta? ¿Te gustan los vestidos? - dudó el padre.

- Bueno, son muy bonitos sí. Pero... - dijo la joven princesa.

-¿Qué quieres esta vez, hija mía? - añadió el rey.

- Y ella respondió - un abrigo que esté hecho con un trocito de cada de una de las pieles de animales que existen en el mundo, es decir, un abrigo de toda clase de pieles.

- Pero eso me llevará mucho tiempo, hija. - recalcó Rodrigo.

Al cabo de un año, los sastres contaban con un trocito de cada una de las pieles de todos los animales del mundo y se pusieron a coser una por una cada una de las pieles. Una vez terminado, a parte de ser raro para la época, era enorme al contar con piel de todo tipo de animales,  el abrigo le llegaba hasta los piel, las mangas eran largas y tenia una gran capucha que si se la echaba un poco para delante le cubría toda la cara. Por todo ello, se trataba de un abrigo muy suave y muy calentito.

Como ya casi sonaban las campanas de boda, y además el abrigo ya estaba terminado. No había forma alguna de seguir retrasando el compromiso. Esa misma noche, la princesa Gadea cogió un hatillo y en él metió los tres vestidos, algunas cosas que necesitaba y los regalo de su abuela Jimena; y se llevó puesto su original abrigo de toda clase de pieles con el que se tapó la cara.  En cuanto pudo se las ingenió para escabullirse de la guardia y así poder abandonar el castillo para huir de un destino que ella no quería.

Gadea se fue al bosque, ya que allí se podría ocultar de los caballeros de la corte de su padre. Mientras caminaba, ideó un plan: durante la noche caminaría, mientras que por el día se escondería. Todo lo que ganará por la noche, le sacaría de ventaja a los caballeros. No sabía donde llegaría, solo quería alejarse de allí lo antes posible.




Un día, la princesa oculta en la hendidura de un árbol, oyó de repente ladridos de perros, cascos de caballos, voces de caballeros... Pensaba que pasaría desapercibida, hasta que los perros se detuvieron frente al árbol en el que se encontraba  y comenzaron a ladrar porque habían encontrado algo. Los hombres rodearon aquel lugar. Una voz masculina se aproximó y tenía curiosidad por descubrir qué animal era.

- "Dispárale, dispárale" - decían el resto de caballeros.

- Y la chica agonizante respondió: Por favor, no me matéis,  soy un animal indefenso. No quiero haceros daño.

- A lo que le contestaron: Vale, no te haremos nada, pero sal de ahí.

Ella salió tapándose lo máximo posible con su abrigo de toda clase de pieles, y comprobó que no eran de la corte de su padre. Y repitió: Por favor, no me matéis. Dejadme en paz.

Un joven de los hombres que había allí,  que era muy atractivo, y parecía ser el jefe de la partida de caza, dijo: No le hagáis daño. Mirad si tiene alguna herida, y traedla que la llevamos a palacio para que la miren y si quiere que se quede allí.

- Los demás hombres añadieron: Pero majestad, ¿Seguro que queréis llevarla a palacio?

- Y él respondió: Por supuesto. Sólo es una chica asustada. La daremos de comer y ella decidirá si se quiere quedar o no.

La chica en aquel momento cayó en la cuenta de que el apuesto joven era como mínimo un príncipe o un rey, porque le habían llamado majestad. Entonces su miedo era que éste pudiera reconocerla y entregarla al rey Rodrigo, y seguidamente ser casada con el joven al que no quería. Por eso, decidió permanecer oculta en su enorme abrigo mientras era trasladada al nuevo palacio. Se dejó llevar y apenas hablaba.

Cuando llegaron, el pueblo le llamaba príncipe Alonso, por lo que le quedo claro a Gadea que aquel joven era príncipe de un reino. No sabía donde estaba, sólo deseaba estar lo suficientemente lejos de su casa. Se quedaría allí, y pasaría inadvertida.

El príncipe Alonso condujo a la misteriosa chica a las cocinas. Allí le dijo al cocinero Velasco que por favor se ocupara de ella, y que las criadas le lavaran y le quitaran ese abrigo tan horroroso. Eso sí, si decidía quedarse en el castillo debía tener una ocupación en el mismo. En cuanto las criadas intentaban quitarla el abrigo Gadea mordía,  arañaba... por lo que tan solo pudieron lavarla la cara. Estando más presentable, y con el estómago lleno tras haber comido. Velasco le ofreció que se quedase con él en la cocina, que él mismo se encargaría de enseñarla todo cuanto necesitara para desenvolverse en su nuevo trabajo. Como nadie sabía como se llamaba la joven se quedó con el nombre de Todaclasedepieles, y pasó a ser la ayudante del cocinero. Poco a poco, fueron ganando mucha confianza el uno en el otro, pero no le llegó a confesar su verdadera identidad.

Pasado un año, ya estaba  mucho más integrada. Y un día, Todaclasedepieles se enteró de que el príncipe acababa de cumplir dieciocho años y que estaba buscando esposa por deseo de sus padres. Ella que no perdía detalle del príncipe, estaba muy enamorada de él. Apenas habían hablado un par de veces, cuando Alonso bajaba a interesarse por sus criados, pero aún así, le parecía una persona increíble por dentro y por fuera.

Con motivo del casamiento el príncipe, se iba a celebrar el baile de palacio para elegir a su futura mujer, entre todas las jóvenes. Todaclasedepieles pensó entonces que perdería a su amado, por lo que debía ingeniárselas para acercarse a Alonso e intentar conquistarlo,  pero sin desvelar su identidad.

Llegó la primera noche del baile, y Velasco había estado cocinando junto con Todaclasedepieles durante mucho tiempo para tener todo listo para todos los invitados. Cuando ya estaba toda la comida servida, Todaclasedepieles le propuso al cocinero si se podía asomar al baile de palacio desde una columna para ver por primera vez uno. Velasco no tenía inconveniente alguno, pues todo estaba marchando como esperaba.

-Tienes que volver corriendo a la cocina cuando los invitados se empezasen a marchar - dijo él.

La muchacha se marchó muy contenta y subió corriendo a su habitación. Se quitó el abrigo, se lavó la cara y peinó su rubia melena,  y se puso su vestido tan dorado como el sol. Como Todaclasedepieles se conocía todos los recovecos del castillo, accedió al baile por una puerta que estaba medio escondida. Ella estaba mirando al príncipe mientras bailaba. En un momento mágico, sus miradas se cruzaron. Aquella noche bailaron tres bailes, y el príncipe no consiguió averiguar nada acerca de la bella joven. Alonso tuvo que continuar bailando con el resto de damas, oportunidad que aprovechó Todaclasedepieles para cambiarse y colocarse el abrigo, mientras se tiznaba la cara y las manos.

Bajó a las cocinas, y el cocinero le regañó por tanta tardanza. Como éste estaba tan ocupado, ella se iba a encargar de prepararle un vasito con leche y galletas, y luego procedería a llevárselo a la habitación. Antes de abrir la puerta, dejó bajo una de las galletas la pulsera de cuando era pequeña. Como era de costumbre, hizo una reverencia al entrar y mantuvo la cabeza baja. Cuando Todaclasedepieles se ausentó de la habitación,  Alonso procedió a tomarse lo que le habían preparado. Sin darse cuenta encontró una pulsera de oro debajo de una de las galletas, y se empezó a preguntar a quién podía pertenecer semejante objeto.

A la mañana siguiente, Alonso lo primero que hizo fue bajar a las cocinas, y preguntarle al cocinero que quién había preparado ayer por la noche aquel riquísimo vaso de leche con galletas. Y el cocinero, por supuesto, se atribuyó el mérito. Entre tanto llegó la segunda noche de baile, y la joven volvió a pedir permiso a su jefe de cocina para poder ausentarse otro rato durante el baile,

- Me gustaría asomarme para ver por quién se va decantando el príncipe, con quién baila más...es que ayer me lo pasé genial - argumentó Todaclasedepieles.

- Vale, pero por favor vuelve antes - dijo el cocinero.

Ella se fue a sus aposentos, se peinó su largo cabello y se pusó su vestido tan plateado como la luna. Cuando estaba lista para el baile accedió por la puerta oculta y se escondió tras unas columnas. Alonso en cuanto se percató de la presencia de la joven misteriosa, se dirigió hacia ella y la dijo que esa noche había reservado menos bailes para poder bailar más tiempo con ella. Bailaron hasta diez veces, y él tenía muchas cosas que preguntarla, pero no había forma de conseguir respuesta. En un descuido de príncipe,  y asegurándose de que nadie la veía, desapareció de aquel lugar. Se dirigió a su habitación de nuevo, para ponerse el abrigo y ensuciarse las manos y la cara.

- No me está gustando nada esto, que llegas siempre tarde. Así que ponte a preparar el vaso con leche de su majestad y hoy llévale, además de las galletas un poco de chocolate - enfadado dijo Velasco.

Ella seguidamente cogió la bandeja, colocó bajo el vaso el pañuelo con el escudo de su familia grabado, y subió la comida a la habitación. Oculta bajo su enorme abrigo, se limitó a decirle: Buenas noches príncipe Alonso.

El joven tras encontrarse aquel pañuelo con ese detalle delicadamente grabado, lo dejó en la chimenea con el objeto de la noche anterior.

Un día después, Alonso volvió a bajar a las cocinas para ver si lograba averiguar quién le había preparado aquel tentempié la noche de antes. El cocinero remarcaba que era él como siempre. Todaclasedepieles estaba emocionada y, al mismo tiempo, muerta de miedo porque esa noche, era el tercer día del baile y el príncipe tomaría la decisión de con cuál de las mujeres iba a contraer matrimonio. Llegó la hora de la cena,  y la muchacha preguntó si podía volver el baile una vez más.

- Has estado ya dos días, y vuelves muy tarde. Pero bueno, por ser el último día puedes estar un rato. Eso sí,  hoy no te demores tanto que debemos recoger todo y mañana tenemos que preparar la audición para ver quién es la reina y no puedo prescindir de tu ayuda - le respondió el cocinero.

Ella asintió con la cabeza y le dio un abrazo. Rápidamente, se fue a su habitación para prepararse, se peinó su melena dorada, se hizo un recogido precioso y se puso su tercer vestido que era tan brillante como las estrellas. Se escondió tras unas columnas como había hecho anteriormente, y apareció en el baile. Alonso nada más verla se dirigió hacia ella y le pidió bailar. El príncipe ya no quería bailar con nadie más, por lo que bailaron juntos el resto de la noche. Estaban en boca de todos. Ella tenía que abandonar la fiesta, pero su alteza no la quería soltar de la mano. Se excusó diciendo que tenía que ir al lavabo, y éste no tuvo más remedio que dejarla ir.




Deprisa y corriendo, se tapó el vestido con el abrigo, pero no se pudo ennegrecer las manos ni la cara. En la cocina, se disculpó y excusó de la mejor manera que supo ante Velasco. Y sin entretenerse, preparó un vaso de leche, pero esta noche acompañado por un trocito de bizcocho ocultó el tercer y último objeto que tenía: el anillo. Ya estaba todo a punto para el príncipe, por lo que procedió a subírselo a sus compartimentos.
Esa noche Alonso decidió que se tomaría el vaso de leche y el bizcocho muy despacio, tenía la necesidad de acabar con el misterio de las dos noches anteriores. 

- Mmm...qué rico está esto - empezó a decir el joven. 

Y ella asintió únicamente. Él le mostró un anillo por si la joven lo reconocía, pero no le sonaba de nada. 

- Entonces, la tomó de las manos, y añadió - Este anillo que tengo es la pareja del que llevas en tu mano. Te lo puse mientras bailábamos esta tercera noche.

- Desde que te conocí, sabía que había algo en ti que te hacía especial. Por eso, eres la mujer con la que quiero pasar el resto de mi vida, y me casaré contigo indistintamente de tu condición, de dónde vengas o de quién seas. Quiero cuidarte y amarte el resto de mis días - concluyó el príncipe Alonso.

Ella entusiasmada rompió a llorar de alegría porque había encontrado a su príncipe azul y prometió amarle y respetarle todos los días de su vida.

Y así fue como acabó esta feliz pareja, repartiendo amor por todo el reino.




EXPLICACIÓN DE LA ADAPTACIÓN


A la hora de llevar a cabo la adaptación de este cuento he tenido en cuenta que iba destinada a niños de doce años y en adelante.

Se trata de un cuento folclórico extenso en el que he intentado mantener la emoción y la magia que le caracteriza. En ocasiones, se emplea un lenguaje figurado por lo que no sería correcto utilizarlo con alumnos más pequeños.

Se presentan una serie de dilemas morales y aparece el tema de la mortalidad. Además, el lector, a estas alturas, se hace responsable de lo que le pertenece y de su propio comportamiento y aprecia el humor más sutil, por lo que se siente muy identificado con la trama de la historia.


Partes que he mantenido:
  • La identificación de los personajes del relato, para que simpaticen con ellos. Gadea, la joven princesa; Blanca y Rodrigo, padres de Gadea y reyes del reino; Jimena, abuela de Gadea; Alonso, el príncipe encantador; Velasco, el cocinero del palacio de Alonso; y los reyes vecinos del reino de Connaught, que tienen un hijo con el que quieren casar a Gadea. 
  • La pérdida de un ser querido, en este caso, se trata de la abuela, en vez de la madre. Es un símbolo de protección. 
  • La astucia ante la premisa del padre, buscando dos estrategias (tres vestidos y el abrigo); y para mantener oculta su verdadera identidad. 
  • La fuga por el incumplimiento de una promesa.
  • El número de objetos que le recuerdan a su familia, y con los que consigue ser feliz.
  • La acción en el bosque con los caballeros y el príncipe. 
  • El empleo conseguido en el palacio del joven príncipe,  en las cocinas.
  • Final feliz para la protagonista. 

Cambios realizados:
  • El deseo del incesto porque es inapropiado para la edad de los lectores. Es un tema que puede generar consecuencias en los niños, ya que no es natural que suceda.
  • Los objetos que le recuerdan a su familia siguen siendo tres, pero son una pulsera de oro, un pañuelo con el grabado del escudo de la familia y el anillo de boda de la abuela.
  • El motivo de la fuga se debe a que la protagonista no quiere casarse con alguien a quién no quiere, meramente por imposición de sus padres.


Documentación consultada

- Apuntes del bloque 2.

- Cuadros teóricos que relacionan los cuentos con las edades, intereses y características cognitivas de los niños.

http://www.todopapas.com/padres/actualidad/nombres-medievales-4346

https://books.google.ie/books?id=VJ6WBAAAQBAJ&pg=PA39&lpg=PA39&dq=tema+del+incesto+para+niños&source=bl&ots=1-g6NAkcBh&sig=N4_s6lmHsP2nPnCSKPLyL7c0nbc&hl=es&sa=X&ved=0CC0Q6AEwBWoVChMI6e_rvL_dyAIVSbUUCh2tjAEW#v=onepage&q&f=false